SIN QUESO



“Nada más estúpido que hacer siempre lo
mismo y esperar resultados diferentes” A. Einstein.

“ Qué sea lo que Dios quiera”
Eduardo I, de Argentina

En cualquier momento, los A-37 nos van a invadir. Las cepas infestas como solemos llamarlas. Me pregunto para qué sirvió tanto esfuerzo, tanto entrenamiento. Nunca fuimos iguales. Ni siquiera entre nosotros hay algo que se pueda llamar igualdad. Por ejemplo yo. De los transgénicos soy el único políglota. Y el único ratón capaz de recorrer un laberinto de espejos sin sentirse perseguido. Lo conseguí desde el primer momento, no como otros que olfateaban la imagen y se ponían en guardia. De que sirvió.
Conozco estos tubos fluorescentes, este olor a látex de los guantes que me acarician todas las mañanas(o las noches). Puedo distinguir el todo de las partes, mis órganos básicos y los sentimientos. Han hecho un excelente trabajo conmigo. Chapeau. Pero siempre hay alguien que pretende más: convengamos que la ciencia progresa bajo ese lema. Ese que ven ahí, es Charly. Era el encargado de las relaciones entre los habitantes de los distintos sectores. Tuvo que dejar la tarea dado el grado de resistencia que ofrecían los nuevos. Actualmente es el modelo de la investigación para provocar en el hombre la tercera dentición. Parece que sonríe. Pero en realidad tiene una dentadura supernumeraria.
Junto a su jaula esta Ronald (Experimento del doctor Miczek o Mickey). Un borracho, incapaz de controlar la cantidad de sorbidos. El olor a licor, por suerte, no llega hasta mi celda. Quedó comprobado que el alcohol aumenta el nivel de violencia: masticó vivo a un A-9. Ni se da cuenta de lo que está pasando. Como los drogadictos en sus jaulas con paredes especiales, para que no se lastimen (siempre tienden a la autodestrucción). Bill es adicto al cannabis. Aunque aún no tiene un dictamen científico, parece que le borra los malos recuerdos. George no la está pasando bien: el consumo de cocaína parece que acelera el virus del SIDA.
Hay un sector que nadie visita. Allí viven dos degeneradas. Me reservo la explicación. Lo único que puedo decir es que cuando se portan mal, reciben una descarga eléctrica que las deja inconscientes por unos breves minutos. Nada serio.
Hasta donde puedo contar, en el sector azul, son catorce. La cría nueva todavía es una masa rosada oculta bajo la viruta. Los llamamos “Los pacíficos”. Están operados: sin olfato no sienten peligro. Nada los conmueve; ni la proximidad de los A-37.
Quizá tengamos suerte en este holocausto. Hemos pasado varios. En una oportunidad tiñeron de negro a varios compañeros y les inyectaron jugo de cucaracha en el hígado. Tenían que probar el aumento de la capacidad para soportar la radiación atómica. No sé cuántos murieron. Jamás se habló del caso. Otros, cerca de mil seiscientos, lograron recuperarse de los efectos nocivos de los teléfonos celulares. No les sirvió de mucho, a la semana fueron operados del timo por un grupo de estudiantes. Hoy cuesta identificarlos: el de plumas rojas, el de cola de zorrino, el de escamas.
Todos estaban pendientes de esta última investigación. “Se invirtió mucho dinero” dijo el Doctor Angus.
Dos grupos antagónicos. Los A-9, una de las cepas más selectas, ocupan el ala derecha de la jaula. Las actividades son múltiples: rueda, sube y baja, laberintos. Comer y defecar. Dormir. En los bebederos hay agua fresca y un enorme pedazo de queso (¿Gruyere?) que nunca se termina.
Los A-37, están a la izquierda. Viven hacinados porque, como no saben hacer nada, sólo se reproducen (por suerte las crías son cada vez más débiles). Rompieron la rueda, lo que les valió que se quedaran sin juego. Cuando les pusieron queso, en lugar de comerlo, lo ocultaban entre la viruta sucia y pedían más. Entonces, les sacaron el queso y ahora les arrojan sólo pedazos de pan duro (que yo no comería). Así las cosas, se la pasan envidiando a los A-9 y por eso el doctor tuvo que implementar un castigo para ese sentimiento. Cuando alguno intenta robar el queso del sector derecho, y para ello ingresa al laberinto que conecta un sector con otro, el piso de éste comienza a elevar la temperatura hasta que se siente olor a patas quemadas. El grupo de la derecha tiene una sola regla que observar: ser indiferente a los A-37. La trasgresión es motivo suficiente para ser expulsado del sector. Hubo un caso emblemático: un tarado mutante que comenzó a protestar, desde el sector derecho, sobre el trato que recibía el sector izquierdo. Lo arrojaron al sector A-37. ¿Y qué se le pudo haber ocurrido? Quiso enseñarles a soportar el calor en las patas, el hambre, a ocultar el odio hacia los A-9, los legítimos beneficiarios del experimento. Por suerte los doctores se dieron cuenta del error y terminó sus días probando drogas contra el mal de Alzheimer.
Noto una preocupación en los científicos: A pesar de la reclusión del problemático no lograron que retornara la calma. Creen que es un virus. No hay otra explicación. El nivel de violencia aumentó de tal forma que los A-37 llegan hasta el sector A-9 aún con las patas hirviendo, sólo para agredir. Y no les importa si hay queso. Ni oler a ratón quemado.

G.Bañez





"Mientras buscaba qué decir, me puse a pensar en eso: las formas de escapar, de pasar desapercibido. Son tantas, la escritura una de ellas. En mi caso, escribir es dejar de estar. Alejarme de los pensamientos en limpio y empezar a pensar argumentalmente, quiero decir. Acaso porque creo más en el pensamiento argumental que en la reflexión propiamente dicha, pura. Acaso también porque el pensamiento argumental está contaminado: por las situaciones, los personajes, los diálogos, las palabras. El pensamiento argumental avanza con un lenguaje mestizo, más verdadero, más de todos, me parece. Esa impostación es la que me ayuda a hilvanar algunas palabras, a comunicarme..."

Gabriel Bañez, presentación de LA CISURA DE ROLANDO


texto completo,aqui